Aprovechando estas fechas en las que se
utilizan símbolos socialmente reconocidos de miedo para divertirnos, usemos
estas palabras para darle al miedo el sitio que le corresponde en nuestro
cotidiano devenir.
El miedo nos protege de los peligros
diarios, nos mantiene alerta ante aquello que no podemos ver, pero sí somos
capaces de sentir, y es un gran maestro en cuanto a la búsqueda interior.
¿Quién no avisa a una persona de que
tenga cuidado al cruzar la calle?, eso implica tener cierto grado de miedo, que
podemos llamar "respeto" a cruzar la calle, al peligro que implican
los coches, sin tener que llegar al "pánico" a cruzar la calle.
Porque todo debe estar en su justa medida y proporción, para que nos sirva de
ayuda en nuestra actividad y en el aprendizaje, no de traba y freno al mutuo
desarrollo.
El pánico es el miedo paralizante, aquel
que en lugar de poner los mecanismos de atención y huida en marcha para cuidar
de nuestra integridad física, psicológica, emocional y/o mental, nos impide el
movimiento hacia la salida.
Así, entre estos dos extremos, se
desarrolla el concepto que tenemos del "miedo". En este intervalo
entran las fobias a animales, a las alturas, los espacios cerrados, el
enfrentarnos a la persona que nos manda. Aquí también se encuentran los
terrores nocturnos en la infancia. Algo que como personas adultas no entendemos
ni sabemos afrontar, a no ser que rescatemos de nuestra memoria los nuestros
propios, en nuestra primera infancia.
Si no somos conscientes de ellos y en
consecuencia no los tratamos, podemos "pasarlos" a quienes nos usan
de modelos para aprender, ya que la imitación de actitudes es el modo de
aprendizaje más eficaz y utilizado a lo largo de nuestra infancia y adolescencia.
Enlazando con estos dos últimos, el
respeto y el pánico, se usa la malsana costumbre de utilizar el miedo como
método para "convencer" a pequeños y pequeñas de aquello que en ese
momento nos interese.
La famosa frase oída de "pues como
no te portes bien, viene el perro grande y te lleva en la boca!!", o el
hombre del saco, o …. cualquier miedo que nos de ventaja.
Quizás trabajando la empatía se pueda
volver la vista a nuestra propia experiencia para recordar si nos gustaba, nos
fastidiaba o nos aterrorizaba esta costumbre, que, debido al aprendizaje por
imitación, suele quedarse con las personas para utilizarse con la siguiente
generación.
Así pues, seamos conscientes de nuestros
miedos y valientes para reconocerlos y no dejarlos en herencia. Capaces también
de buscar en nuestra propia experiencia y aprender de ella, en primer lugar,
porque ello revertirá en niños y niñas más con más estabilidad emocional, por
tanto, más libres.

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