viernes, 26 de febrero de 2016

Nadie escarmienta en cabeza ajena

Es difícil olvidar esta frase que me repetía mi abuela, sobre todo después de llegar a una edad. Comprendes que cuando vives las distintas experiencias de tu vida, puedes recibir el aprendizaje que de ellas se desprenden. En el juego de la vida está estipulado que las experiencias sean personales e intransferibles, o sea, que no las podemos donar, ni prestar, ni dejar en herencia, porque cada ser vivo transita su propio camino de "baldosas amarillas" y cada cual necesita un aprendizaje concreto en cada momento de su camino para poder pasar a la siguiente baldosa, para poder pasar a la siguiente etapa del juego, si lo prefieren en términos del mundo digital. 
Pero así como ahora entiendo desde otro punto esta frase y me ayuda a respetar el momento personal en el aprendizaje de los que me rodean, reconozco lo irritante que me parecía cuándo en mi adolescencia me la decía ella. Hacía que me sintiera limitada en mis movimientos, como encajonada en una senda que me conducía a la experimentación en "cabeza propia", con la sensación de un peso enorme suspendido sobre ella a punto de caerme encima. En estos momentos hubiera agradecido un faro que me permitiera ver que el camino lo elegía yo, guiada por mi interior, confiada en mis cualidades aún por descubrir, o cuando menos, por afianzar.

Con el tiempo pude percibir la importancia de mostrar los dones y cualidades que todos y cada uno de nosotros llevamos dentro y que en el tránsito de la adolescencia tanto bien aportan fomentando la seguridad en uno mismo, la consciencia y serenidad necesarias para tomar decisiones que afectarán a nuestro futuro, que nos llevará a ser adolescentes más plenos y adultos más responsables. Un faro de luz interior que les ayude a no perder su camino.







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