lunes, 31 de octubre de 2016

Para darle al miedo el sitio que le corresponde...

Aprovechando estas fechas en las que se utilizan símbolos socialmente reconocidos de miedo para divertirnos, usemos estas palabras para darle al miedo el sitio que le corresponde en nuestro cotidiano devenir.
El miedo nos protege de los peligros diarios, nos mantiene alerta ante aquello que no podemos ver, pero sí somos capaces de sentir, y es un gran maestro en cuanto a la búsqueda interior.
¿Quién no avisa a una persona de que tenga cuidado al cruzar la calle?, eso implica tener cierto grado de miedo, que podemos llamar "respeto" a cruzar la calle, al peligro que implican los coches, sin tener que llegar al "pánico" a cruzar la calle. Porque todo debe estar en su justa medida y proporción, para que nos sirva de ayuda en nuestra actividad y en el aprendizaje, no de traba y freno al mutuo desarrollo.
El pánico es el miedo paralizante, aquel que en lugar de poner los mecanismos de atención y huida en marcha para cuidar de nuestra integridad física, psicológica, emocional y/o mental, nos impide el movimiento hacia la salida. 
Así, entre estos dos extremos, se desarrolla el concepto que tenemos del "miedo". En este intervalo entran las fobias a animales, a las alturas, los espacios cerrados, el enfrentarnos a la persona que nos manda. Aquí también se encuentran los terrores nocturnos en la infancia. Algo que como personas adultas no entendemos ni sabemos afrontar, a no ser que rescatemos de nuestra memoria los nuestros propios, en nuestra primera infancia.
Si no somos conscientes de ellos y en consecuencia no los tratamos, podemos "pasarlos" a quienes nos usan de modelos para aprender, ya que la imitación de actitudes es el modo de aprendizaje más eficaz y utilizado a lo largo de nuestra infancia y adolescencia.
Enlazando con estos dos últimos, el respeto y el pánico, se usa la malsana costumbre de utilizar el miedo como método para "convencer" a pequeños y pequeñas de aquello que en ese momento nos interese.
La famosa frase oída de "pues como no te portes bien, viene el perro grande y te lleva en la boca!!", o el hombre del saco, o …. cualquier miedo que nos de ventaja.
Quizás trabajando la empatía se pueda volver la vista a nuestra propia experiencia para recordar si nos gustaba, nos fastidiaba o nos aterrorizaba esta costumbre, que, debido al aprendizaje por imitación, suele quedarse con las personas para utilizarse con la siguiente generación.
Así pues, seamos conscientes de nuestros miedos y valientes para reconocerlos y no dejarlos en herencia. Capaces también de buscar en nuestra propia experiencia y aprender de ella, en primer lugar, porque ello revertirá en niños y niñas más con más estabilidad emocional, por tanto, más libres.